Al salvar la nueva configuración el portátil se reiniciará leyendo el USB e iniciando Linux Mint. Pero atención, no se instalará. Lo que ocurrirá es que se inicia un sistema de prueba, llamado "livecd" que te permite probar el sistema sin tener que instalar el operativo. Lo mejor es trastearlo un poco y si te convence proceder a su instalación accesible desde el icono con forma de CD presente en el escritorio y que explicitamente indica "Install Linux Mint".
El proceso de instalación solicita un nombre usuario y contraseña, el idioma en que queréis instalar el sistema y otras indicaciones menores. Es muy sencillo y no debe suponer un problema para nadie. Si el sistema detectara algún operativo instalado te preguntará si quieres conservarlo. Si dices que sí conservarás los archivos y cuando se reinicie el sistema te dará la opción de elegir si quieres abrir el sistema Linux o el Windows (o lo que tuvieras instalado previamente).
Una vez se ha instalado Linux Mint verás un entorno gráfico muy completo y muchas aplicaciones útiles como son Libreoffice (que permite leer y crear archivos doc, odt etc), Dolphin (explorador de archivos, del tipo Windows Explorer), grabadores de CD, navegador Firefox etc. También detectará vuestra configuración de red y si empleáis Wifi para acceder a Internet os pedirá las credenciales de la red (usuario, password).
Si vais a utilizar el portátil para acceder a Internet veréis que se ha vuelto muy rápido ya que Linux Mint es un operativo bastante ligero. Si vais a emplear el portátil para manejar datos y aplicaciones con cierto volumen (el programa gráfico GIMP, el photoshop de Linux, por ejemplo) entonces echaréis de menos más memoria RAM. Es lo que me ocurrió a mi.
En el caso del ACER Aspire One la memoria de 2GB ya era la mayor disponible y no podía hacer nada más al respecto. Si aún así la velocidad no es suficiente podéis comprar un disco SSD para sustituir el actual. Los discos SSD son discos sólidos y por tanto no contienen partes mecánicas móviles. Esto redunda tanto en la seguridad - un disco SSD que se cae al suelo no supone una catástrofe - como en la velocidad de lectura que disminuye considerablemente. En lugar de comprar un SSD (cuyo precio oscila entre los 30 y los 100 euros, según capacidad) cambié la batería por una nueva que me costó menos de 30 euros ya que no iba a usar el ordenador para ninguna otra cosa que no fuera navegar por Internet. La batería no tiene relación alguna con la velocidad del portátil, pero como tenía un presupuesto limitado preferí darle autonomía y ganar en tranquilidad por si se caía la corriente eléctrica.